viernes, 15 de enero de 2010

Desesperado...


Abrí los ojos de nuevo, no me podía creer donde estaba, la oscuridad, el olor desagradable, el polvo flotando en un haz de luz intrépida entre los tablones, el sentimiento de mi sueño, de querer escapar...no era un sueño. Estaba allí. Encerrada. Sola. Austada.
Palpé a mi alrededor buscando una salida, una señal, algo que me mostrase una manera de huir de aquel lugar.
Me rasgué la piel de las manos, la sangre brotaba de los rasguños y no podía parar de buscar desesperada una brecha por la que salir. Golpeaba las paredes con toda la fuerza que brotaba de mi indignación, del miedo, de las ganas de escapar... Gritaba, gritaba todo lo fuerte que me permitian mis pulmones, notaba mis cuerdas al borde de la extenuación, las lágrimas brotaban de la impotencia, la rabia...
No sé por cuanto tiempo permanecí en aquel estado. Tumbada en aquel odiado lugar soñaba con un lugar apartado, al aire libre, sola por voluntad...
Volví a incorporarme lentamente, notando el cansancio de mi cuerpo y mi alma, me arrastré hasta una de las paredes y palpé de nuevo la rugosidad de la madera. Di un pequeño golpe, seguido de uno un poco más fuerte. Esbocé una palabra de auxilio en un susurro, la enlacé con un grito ahogado...golpeé más fuerte, grité más alto...lloré, me desesperé de nuevo, perdí el control y todo se volvió borroso, tránsfuga de la realidad, desesperado...

2 comentarios:

Penélope Sierra dijo...

El texto abraza a la fotografía de una forma brutal... esa espalda rota y el dolor no sólo físico, me trajo a la mente recuerdos y nostalgia por Frida kahlo ...

El dulce vestido de la melancolía.

Seguiré disfrutando de tu espacio.

Un abrazo

Penélope Sierra dijo...

No ser disciplinada es fácil, lo difícil es ser leal, y tú lo tienes... eso es hermoso.

Otro abrazo.