sábado, 23 de marzo de 2013

Muda

Sientes que las palabras no pueden salir, no encuentras la manera de articular un sonido detrás de otro. No hay forma de escapar del silencio, aunque quieras.
Pensamientos que se atropellan a tal velocidad que es imposible darles forma en el mundo de las palabras, del orden, de la expresión. Es imposible explicar en sonidos los sentimientos que brotan como un torrente sin freno.
Cuando tomas aliento, y crees que llega un remanso tranquilo, consigues hilar un pensamiento que te dice que casi es mejor seguir muda. Nadie comprenderá jamás nada de lo que puedas explicar.
Y te vuelves a sentir como en aquel parque. Te vuelves a sentir una niña que ve hostil todo lo que le rodea, y que solo la tranquilidad llega en forma de silencio o soledad, y al mismo tiempo tratas de escapar de ello porque necesitas algo que no está en ti.
Y no puedes evitar dejar volar los recuerdos y traerla aquí de nuevo, ella te veía tal y como eres, y conseguías respirar, y conseguías olvidar la soledad y tenías paz.
Vuelves a aquella tarde, a ver el sol formar dibujos con las sombras de las cosas, y lo ves a él haciendo esfuerzos por leer en tu mirada todo lo que gritas desde dentro.
Tanto esfuerzo que no ha servido de mucho, obstáculos superados que vuelven a estar en el mismo sitio, y ya no sabes si quieres volver a superarlos. Parece que entiendes porqué eras así.
Decepciones y más decepciones, más preguntas sin respuesta, más silencios, más vacío, más distancia con el mundo.
La búsqueda parecía haber terminado tantas veces, y al final... todo  vuelve al mismo sitio, pero las esperanzas de encontrarlo se van diluyendo en el tiempo.
Cuando una pieza encaja, 2 se vuelven a perder. Y vuelves a sentir la necesidad de volver ahí, es la única manera de abrir esa caja y dejar salir una pequeña parte de lo que te desborda. Y sigues sin entender porque esto es así. Qué te empuja a hacerlo, y piensas en si lo habrás dejado pasar, repasas cada oportunidad perdida para recordar algún detalle que te indique que ya perdiste el tren, pero no logras hacerlo. Y te obligas a pensar que aún no ha llegado, y sin saber cómo, vuelves a sacar esa fuerza de otro lugar y vuelves a tomar aire. Y te ordenas. Y te calmas y hablas en voz alta para demostrarte que sigues teniendo voz. Que no te has vuelto muda para siempre.
Quizá en algún momento esa voz, y esa cabeza puedan estar en sintonía y puedas por fin decir lo que siempre has querido decir.
Sólo falta encontrar a alguien que escuche.