martes, 16 de noviembre de 2010

La pared

Mirada fija en la pared. Agua resbalando por cada circunstancia de su rostro. El cuerpo tenso y encogido en formas desdibuijadas, irreales e imposibles. El rítmico sonido de la angustia, la incertidumbre. El peso del tiempo encogiendo sus hombros. El desgaste de lo sufrido. Los recuerdos de lo vivido.
Buscando salientes en la pared blanca y lisa, una grieta, un rescollo al que agarrarse. Pequeñas manchas, algo de polvo...
Mirada perdida en la inmensidad de ladrillo, cemento y pintura. Imagenes de proyector, temblorosas, deslucidas y el taciturno y quejumbroso pasar de una a otra.
Algo de brillo, alguna sonrisa, pequeños momentos de complicidad.
Y otra vez la mirada perdida. La pared interminablemente blanca. Silencio absoluto. Nada.
Perdida en si misma, rodeada de nada.
Cansada.
Rendida.
Olvidada.
Pared blanca. Observar el tic tac. Blanco. La nada.
Se le olvida respirar.
Manos temblorosas acariciando el muro quejumbroso. Polvo blanco resbalando entre sus dedos. Yemas blancas. Sequedad.
Pequeños trozos que se desprenden. Pequeñas capas que se oxidan.
Encogida bajo un manto blanco polvoriento.
En silencio.
Perdida.
Olvidada.