martes, 3 de diciembre de 2013

...

Vueltas, vueltas y más vueltas. Mi cabeza no deja de dar vueltas, recapitulando, revisando cada una de las palabras, cada momento, cada sentimiento…

No entiendo, no comprendo, aunque en el fondo supongo que lo sabía. Ilusiones que se esfuman en un abrir y cerrar de ojos, posibilidades que se escapan.

No se debe esperar nada para no sentir que pierdes algo. Pero lo pierdes, y lo sientes, vaya si lo sientes.

Un corazón que ya no funciona, quizá ya no es el mío, me lo han cambiado. No hace ruido, es tímido y pasa desapercibido. Está ahí, pero aún no puede despertar.

Y momentos que parece que respiras, que conectas y pasa tan rápido que casi no eres consciente, y tan rápidamente se esfuman…

Y toca volver a reponerse, de otra manera, pero todo es un continuo levantar cabeza, y por momentos crees que ya no puedes aguantar más, pero aguantas. Y te acostumbras a que el reponerse sea tu estado natural, y te encierras en tu caparazón para no dejar que nadie se acerque a tocarte.

Desaparecer en un agujero en el suelo, esconderse en un rincón, como un castigo, pero también una salvación.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Equilibrios

Hacer equilibrios para no volver a caer. Todo se tambalea y te sientes mareado. Piensa en mantenerte sobre esa cuerda. Sonríe al público. Camina. No te pares.

Alguien te anima y te vitorea, aunque no es quien quisieras, pero quien sabe, quizá sea eso lo que debe ser. Agárrate a lo nuevo, no mirar atrás, en el cambio esta la evolución. Hazle caso.

Y caminas por la cuerda tambaleante e intentas mirar atrás de reojo esperando que te ayude a cruzar, esperando que esté ahí por si te caes, pero no ves a nadie. Sabes que no hay nadie.

Camina, no te detengas, si te paras te caerás. Mira al frente. Quizá haya algo esperanzador al otro lado. Sonríe. La actitud es determinante.

Apresuras los pasos cogiendo algo de confianza, preparado para llegar al otro lado.

Caminas y sonríes. Es un principio.

sábado, 26 de octubre de 2013

Gritar

Segundos que parecen eternos cuando sientes explosión, derrumbe y dolor en un gesto enmudecido.
Lágrimas que gritan lo que tu ser no consigue emitir con sonidos.
Buscar en un teclado el botón de gritar.
Cómo expresar la agonía de vivir, la desidia de soñar, la velocidad de languidecer.

Buscar en tus registros alguna palabra que pueda sugerir aunque sea levemente la intensidad sentimental de tu sufrir.
Porque sufres.
Aunque sonrías, aunque sigas respirando, aunque sigas cumpliendo.
Sufres.

Y de repente nada. Te bloqueas.
No hay palabras.

Quieres gritar. Liberar tu dolor. Pero sabes que nada aliviará lo que llevas dentro.
Y te enmudeces.
Y recoges las lágrimas.
Y te quedas bloqueada.
No hay gritos.
Nada.

Nada ni nadie cambiará nada. El arte de sorprender se ha extinguido.
El pesimismo ha empezado a ganar terreno, y con la intensidad de tu ser, siempre es más grave de lo que parece a simple vista.
La culpa es tuya. Todo empieza y termina en ti. Dónde está tu magia.
Estúpida.
Y lo vuelves a hacer. Porqué lo haces?
No es culpa tuya. Despierta. Grita.

Diálogos monologados. Sencillas complicaciones. El desastre de vivir.

Vivir es lo que tiene.


martes, 13 de agosto de 2013

Escucha

No hablo, opto por guardar silencio cuando debería gritar. Quiero gritar, gritar sin parar, hasta no poder más. Quiero notar como se desgarran mis cuerdas vocales. Afonía permanente por desgaste. Necesito gritar.
O que me escuchen.




Quiero golpear cosas, quiero destrozar cosas, machacar, empujar, patear todo lo que se me ponga por delante. Destrozos, escombros y aniquilación por doquier.
O que me escuchen.



Quiero odiarte, golpearte, hacerte sufrir, causarte mucho daño y que agonices.
O que me escuches.



Pero ahora ya no quiero que me escuchen.

sábado, 23 de marzo de 2013

Muda

Sientes que las palabras no pueden salir, no encuentras la manera de articular un sonido detrás de otro. No hay forma de escapar del silencio, aunque quieras.
Pensamientos que se atropellan a tal velocidad que es imposible darles forma en el mundo de las palabras, del orden, de la expresión. Es imposible explicar en sonidos los sentimientos que brotan como un torrente sin freno.
Cuando tomas aliento, y crees que llega un remanso tranquilo, consigues hilar un pensamiento que te dice que casi es mejor seguir muda. Nadie comprenderá jamás nada de lo que puedas explicar.
Y te vuelves a sentir como en aquel parque. Te vuelves a sentir una niña que ve hostil todo lo que le rodea, y que solo la tranquilidad llega en forma de silencio o soledad, y al mismo tiempo tratas de escapar de ello porque necesitas algo que no está en ti.
Y no puedes evitar dejar volar los recuerdos y traerla aquí de nuevo, ella te veía tal y como eres, y conseguías respirar, y conseguías olvidar la soledad y tenías paz.
Vuelves a aquella tarde, a ver el sol formar dibujos con las sombras de las cosas, y lo ves a él haciendo esfuerzos por leer en tu mirada todo lo que gritas desde dentro.
Tanto esfuerzo que no ha servido de mucho, obstáculos superados que vuelven a estar en el mismo sitio, y ya no sabes si quieres volver a superarlos. Parece que entiendes porqué eras así.
Decepciones y más decepciones, más preguntas sin respuesta, más silencios, más vacío, más distancia con el mundo.
La búsqueda parecía haber terminado tantas veces, y al final... todo  vuelve al mismo sitio, pero las esperanzas de encontrarlo se van diluyendo en el tiempo.
Cuando una pieza encaja, 2 se vuelven a perder. Y vuelves a sentir la necesidad de volver ahí, es la única manera de abrir esa caja y dejar salir una pequeña parte de lo que te desborda. Y sigues sin entender porque esto es así. Qué te empuja a hacerlo, y piensas en si lo habrás dejado pasar, repasas cada oportunidad perdida para recordar algún detalle que te indique que ya perdiste el tren, pero no logras hacerlo. Y te obligas a pensar que aún no ha llegado, y sin saber cómo, vuelves a sacar esa fuerza de otro lugar y vuelves a tomar aire. Y te ordenas. Y te calmas y hablas en voz alta para demostrarte que sigues teniendo voz. Que no te has vuelto muda para siempre.
Quizá en algún momento esa voz, y esa cabeza puedan estar en sintonía y puedas por fin decir lo que siempre has querido decir.
Sólo falta encontrar a alguien que escuche.